viernes, 17 de agosto de 2012

Un libro devorado

El último de los libros que componen una trilogía del autor es una novela negra en la que aparecen personajes vinculados a la última dictadura militar. Su protagonista es un singular detective privado cuya especialidad es la búsqueda de personas perdidas y la historia funciona como catalizadora de la denuncia y el pensamiento. 
Por Nicolás Alonso Buenos Aires.

Con la reciente publicación de Carne Seca (Mil Botellas, 2012), Martín Malharro concluye la trilogía denominada La Balada del Británico, abierta con las publicaciones de Banco de Niebla y Calibre.45. El título de esta trilogía hace referencia al mítico bar de San Telmo, emplazado en la esquina de las calles Defensa y Brasil, tan rebosante de mística, de historia, de simbolismo. Por eso no es nada extraño que una novela negra (género tan ligado al habla inglesa, con ese particular tufillo a suburbio yanqui y pluma sajona) como ésta tenga como escenario central a la Ciudad de Buenos Aires, al barrio de San Telmo, y más en particular al Británico. A eso se suma un argumento en el que aparecen personajes vinculados a la última dictadura militar y particularmente a ese símbolo del terror que fue el Campo de Mayo, se tiene como resultado un apasionante policial que sirve como vértice para seguir explorando, conociendo y reflexionando sobre esos hechos tan necesariamente vigentes. El querible protagonista del relato es Mariani. Un curioso detective privado cuya especialidad es la búsqueda de personas perdidas. En oposición a sus colegas del primer mundo, a Mariani su trabajo no le deja demasiado dinero. Vive con dos tías algo añejas y pasa gran parte de su tiempo en el Británico, o en el taller de su amigo. Y es que Mariani no está sólo. Junto a él está el “Gordo” Demarchi. De oficio mecánico, es el ladero de Mariani, una suerte de Sancho Panza argento y bonachón que le facilita autos, apoyo, compañía y fidelidad en las tareas de este “buscador de personas”. La aventura comienza cuando un tal Antonio Serpi lo contacta para que encuentre a un tío suyo, Bernardo Gorlick, que había desaparecido hacía algunos días. Desde el primer momento un dejo de misterio pasa a envolver al sujeto. Una sutil sospecha que acompañará al lector (y a Mariani mismo) hasta los últimos tramos del relato: “ -Gimenez, habla Mariani/ -Te encontré a Bernardo Gorlick/ -¿Dónde está?/ -Despacio, Marini, despacio. ¿Qué hay para mi?/ -Cien mangos/ - Está bien. Andá a buscarlo al sector “F”, parcela 67, tumba 128, en la Chacarita/ -¿Está muerto?/ -Claro que está muerto, boludo, está muerto. Murió el 29 de octubre de 1983.” Fiel al estilo del género, esta novela posee una prosa sumamente expeditiva. Precisas, claras, cada palabra es un flechazo que cumple su objetivo: contar la historia, y atrapar. El grueso del texto se lo llevan los diálogos. Filosos, coloquiales y precisos, como Marini mismo. El narrador aparece más bien para contextualizar, para dar algunas pinceladas que construyan el ambiente y potencien ese núcleo poderoso que son las diálogos (“Encendió un cigarrillo y se calentó un café en la cocina, lo miró parado mientras miraba desde el ventanal del departamento las luces de Constitución y las dos cúpulas iluminadas de la calle Lima recortándose contra la oscuridad azul”). El trasfondo político del texto fue dicho: civiles que colaboraron (o más bien debería decirse: “que torturaron”) en Campo de Mayo durante la última dictadura militar. Como toda novela negra, Carne Seca funciona como catalizador de la denuncia y el pensamiento. La reflexión que llega desde la marginalidad y la delincuencia. Los informantes de Mariani son seres que se mueven en los bordes de la sociedad “formal”: prostitutas, policías corruptos, mafiosos. Todos asumen un papel de redención con el que el lector no puede más que encariñarse, militar por ellos aunque más no sea desde el estoico deseo de lector que se deja deglutir por el relato. Ese es, quizá, el sentido último de ingresar a este tipo de escritos: entregarse a la historia por completo, sin detenerse en los estilos, o las cuestiones formales. Se trata de devorarse el libro, como un niño anonadado por una historia. 
Reseña publicada el lunes 6 de agosto por la Agencia NAN.

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