sábado, 21 de julio de 2012

La venganza de Mariani

Por Hernán Vaca Narvaja
Toda justicia es una suerte de venganza, y la venganza forma parte de nuestro destino”, dice como al pasar uno de los protagonistas de “Carne seca”, la última novela policial del periodista Martín Malharro. Este apasionante thriller, ambientado en democracia pero con protagonistas de la última dictadura militar, completa la apasionante trilogía del autor denominada La Balada del Británico, que integran también “Banco de niebla” y “Califre .45”. Los protagonistas, por tanto, ya son conocidos por el lector: el detective aficionado Mariani –un busca fracasado que vive con sus tías y procura ganarse la vida buscando personas extraviadas-, su inseparable amigo Demarchi –mecánico de autos viejos, porteño y amiguero- y una serie de personajes del bajo fondo porteño como “El Griego” Blajaquis, un mafioso de La Boca que facilita armas y contactos a Mariani, o los policías que le brindan información por derecha a cambio de unos mangos. Al igual que en sus libros anteriores, la historia se desarrolla en un contexto bien porteño, con “El Británico” –el mítico bar de San Telmo- como telón de fondo, epicentro y disparador del relato. Si en “Calibre.45” sorprendía la complejización de la trama del relato a medida que la historia transcurría y la investigación de paradero se convertía en una pesquisa de carácter casi antropológico en torno a la historia de los anticuarios, en “Carne seca” Malharro nos sumerge sin anestesia en el submundo de la “mano de obra desocupada” de la última dictadura militar. Y elige para ello a un grupo de ex represores vinculados por una especie de logia en torno a uno de los personajes más emblemáticos del terrorismo de Estado: el inefable capitán del Ejército Héctor Pedro Vergéz, alias “Vargas”, acusado ante la Justicia tanto por sus crímenes y aplicación de tormentos a sus prisioneros como por el robo y estafa a sus víctimas. Un Mariani por momentos desconcertado y siempre escéptico acepta buscar al tío huraño y reservado de un joven algo ingenuo que lo contacta y le adelanta 500 pesos para lo encuentre. Pero a poco de iniciar su búsqueda, Mariani descubre las claves secretas de un grupo muy parecido a una logia, que se identifica con unas insignias muy particulares y se reúne religiosamente los 2 de agosto – cumpleaños del dictador Jorge Rafael Videla- en un restaurante de Buenos Aires. Cuando Mariani amplía la búsqueda, descubre que tres de los cuatro integrantes del grupo que investiga fueron asesinados de la misma manera que ellos mataban a sus víctimas en los que ellos mataban a sus víctimas en los años de plomo. La búsqueda entonces se torna peligrosa, Mariani recurre a sus contactos en el bajo fondo y a periodistas que le cuentan la macabra historia de los grupos de tareas que trabajaron en Campo de Mayo durante la dictadura militar. El misterio que hasta entonces cartacteriza a la narración de “Carne seca” se transforma de pronto en una prosa agitada e intensa, un relato atrapante y por momentos desquiciado en el que Mariani va deshilvanando la madeja hasta encontrarse cara a cara con la muerte.

Campo de Mayo
-No sabía que había gente que se dedicaba a buscar personas. -En este país se busca de todo, hay tantas cosas perdidas que buscar personas no es extraño. El diálogo entre el periodista Fernando Almirón, que ha publicado un libro sobre la represión en Campo de Mayo, y el atribulado Mariani, supone una brutal metáfora de una Argentina desquiciada por su historia reciente, donde a pesar del tiempo transcurrido el perezoso brazo de la Justicia no alcanza para atrapar a los represores, que permanecen ocultos y a salvo de miradas indiscretas merced a la impunidad y la protección de las fuerzas armadas y los servicios de inteligencia. “¿Sabe lo que pasó en Campo de Mayo?”, le pregunta a Mariani Alfredo Morán, abogado de derechos humanos que se ilusiona con la posibilidad de identificar –a través del propio Mariani- a los esbirros ocultos del capitán Vergéz; “fue tan terrible que un sobreviviente llegó a decir que la muerte era una liberación, una liberación a la que llegaron pero después de atravesar el peor de los infiernos. Asesinaron a miles de personas después de infligirles las torturas más horrorosas que usted se pueda imaginar; la gran mayoría de ellos acabaron muertos en la tortura, asesinados a tiros o arrojados vivos al mar”. Ante el silencio de Mariani, el abogado insiste: “Detrás de cada nombre que participó en esta masacre hay una historia de horror. No vaya usted a creer que los que hicieron esto fueron monstruos fáciles de reconocer en la calle, no, los que lo hicieron fueron tipos de apariencia normal, esposos amantes, buenos padres de familia, tipos que hoy siguen estando entre nosotros, sin arrepentimientos ni culpas y con un discurso que justifica los crímenes”. Pero a Mariani no le importa. Escéptico, no cree en la Justicia. Ni tiene valores. En su lógica pragmática y elementa, deduce que encerrar a un viejo por crímenes cometidos treinta años atrás es, más que justicia, venganza. -Toda justicia es una suerte de venganza, y la venganza forma parte de nuestro destino. Mire la historia, observe la realidad y verá que tragedia y venganza son parte de los materiales que forjaron este país”-, le contesta Morán, en uno de los tantos diálogos que hacen de “Carne seca” mucho más que un thriller de suspenso o una novela de intrigas. Se trata, en definitiva, de un relato que interpela –que nos interpela como lectores y como sociedad- en clave policial, pero también en clave política. Y esa interpelación le permitirá al autor romper con los cánones tradicionales del relato policial para sorprender a sus lectores con un final impensado para los protagonistas de su fascinante “Balada del Británico”. Un final que es, parafraseando a Roberto Arlt, “como un cross a la mandíbula”.

Nota publicada en la revista El Sur de julio de 2012.

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